En mi condición de rector de la UNAD, presidente de la Asociación Colombiana de Instituciones de Educación Superior con Programas a Distancia (ACESAD) y también presidente de la Asociación Iberoamericana de Educación Superior y a Distancia (AIESAD), participé como invitado en la III Conferencia Mundial de Educación Superior, organizada por UNESCO, en Barcelona – España, entre el 18 y 20 de mayo pasados. Por su importancia para el sector universitario, me permito compartir con Ustedes algunos de los principales hechos que, en mi parecer, están determinando claves para la educación postsecundaria del planeta y en particular para afianzar el rol de la UNAD.

La Conferencia, que debió realizarse en 2020, pues la tradición indica que debe celebrarse cada 10 años para conocer el estado del arte de la educación superior en el mundo y en cada una de sus regiones, así como identificar las tendencias al respecto, sólo fue posible hacerse hasta ahora tras la pandemia del Covid 19, que -indiscutiblemente- afectó de manera sustancial a todos los sectores y en el de la educación superior impactó el ejercicio convencional de la docencia y el estudio tradicional de millones de estudiantes en todos los continentes.

La evaluación realizada como antesala a la Conferencia sobre los efectos de la  pandemia  dejó claro su devastador efecto en los escenarios convencionales de la educación superior: incrementó la inequidad educativa promedio en todo el mundo, redujo el tamaño de los grupos de estudiantes presenciales, llevó al despido a miles de profesores en la mayoría de países, y demostró que asumir una actitud de rechazo frente a la tecnología sólo conduce a postergar una realidad apabullante de cambio y de transformación a la que debe someterse la institucionalidad educativa del planeta.

Y es que la pandemia trajo efectos más negativos de lo que realmente se esperaba en la educación en general y la universidad en particular, pues buena parte de los actores del sistema tradicional, específicamente los docentes, en muy poco o nada recurrían a plataformas tecnológicas,  repositorios digitales, laboratorios remotos, laboratorios simulados, ambientes multimedia, aplicaciones y dispositivos de interacción digital. Sin planeación y con más improvisación tuvieron que incorporar de un día para otro en sus modelos educativos interacciones virtuales o, mejor, clases remotas con estudiantes casi desde cero, en muchas ocasiones o con peligrosos errores para la calidad. Adecuaron rápidamente materiales distorsionando la rigurosidad del escenario del aprendizaje virtual sin aprender lo mínimo de las nuevas y diversas estructuras pedagógicas e incurriendo en una subjetiva valoración del verdadero e innovador modelo de la educación virtual.

No en vano, mientras que, en todo el mundo y en Colombia, aumentó la deserción, cayeron las tasas de matrícula y hasta hubo cierre de universidades, en nuestro país la UNAD ya había recorrido por 40 años este camino por lo que  nos consolidamos y crecimos en los años 2020 y 2021 mucho más que en años anteriores.

La experiencia de la UNAD en educación abierta y a distancia y en ambientes virtuales, su dominio en el uso intensivo de las plataformas tecnológicas y, sobre todo, la formación en un ejercicio pedagógico diferencial en el rol  de nuestros docentes afianzado todo esto en procesos de acompañamiento y de formación en aprender a aprender, fueron la fórmula que nos permitió afianzar en un modelo que, para la Conferencia Mundial de la UNESCO entre otros aspectos, debe seguirse ya que representa el devenir de la educación superior que, además, debe saber integrarse al de una sociedad hiperdigital sin desconocer su conexión con los entornos locales y con los desafíos de los contextos globales como parte de su rol clave .

Quienes por años recorrimos un camino, para muchos equivoco, pero para la historia verdadero, este análisis efectuado antes y después de la cita mundial por especialistas en diversas áreas y regiones del mundo sobre la acción educativa confirmó entre otras la necesaria transformación hacia una educación hibrida, que, a mi manera de ver, da pertinencia a un modelo educativo como el que ha implementado la UNAD en las últimas dos décadas. No sólo la alta matrícula de la UNAD lo confirma, sino el haber sido reconocida con el más alto estándar, externo de calidad, que se da en el país: la acreditación institucional de alta calidad.

Pero los desafíos de la educación superior van mucho más allá de las formas en que ésta se imparte. Aún la humanidad sigue anhelando que el acceso a los estudios superiores sea un derecho universal inalienable, limitado en muchos países (lastimosamente incluido Colombia), por sus costos económicos, políticas públicas, y restricciones de cobertura, conectividad y reconocimiento de oportunidades de acceso y permanencia de cerca de dos millones de bachilleres que no poseen oportunidades reales para ser parte integrante de las nuevas poblaciones de estudiantes.

Por ello, una vez más, modelos como el nuestro adquieren enorme importancia. La virtualidad inclusiva, personalizada, y que valora la diferencia a todo nivel, es el camino para la educación superior que demanda la Colombia de hoy: Una educación que vaya hasta donde está el estudiante y no lo desarraigue; una educación que se ajuste a sus condiciones socioculturales y económicas; y una educación que reconozca que el aprendizaje y la formación de calidad deben ser una real posibilidad para todas las personas, en todos los momentos, edades y etapas de crecimiento en su vida, así como lo contempla el Proyecto Académico Pedagógico y Solidario de la UNAD.

Esto no es una lectura acomodada de los hechos. Basta con leer la hoja de ruta que la propia UNESCO propone a todos los sistemas educativos, denominada “Más allá de los límites. Nuevas formas de reinventar la educación superior”, para confirmar cómo, apuestas como la nuestra, no son pasado, ni tampoco una alternativa, sino que configuran una realidad con gran proyección de futuro.

Y esto significa concebir que la virtualidad y el uso de las diversas tecnologías no sólo deben hacer parte, natural, del proceso de interacción docente-estudiantes y del aprender a aprender, sino que -más importante aún- la educación debe reconocer las diferencias, estar dispuesta, siempre, a la innovación y al cambio, a enfrentar los grandes desafíos económicos, sociales, políticos, culturales y ambientales de la humanidad (tales como el cambio climático y la pérdida de biodiversidad, la persistencia de los conflictos armados, la desigualdad de ingresos y el declive general de la democracia), y a buscar formar y responder a los desafíos globales, identificados en los Objetivos de Desarrollo Sostenible, a los que la UNESCO ha invitado a las universidades a comprometerse, y a los cuales la UNAD ha adherido e incorporado tanto en los planes de estudio como en dispositivos propios, pragmáticos y sensibles a la realidad social como, por ejemplo el Sistema  de Servicio Social Solidario-SISSU , Campo UNAD y el Observatorio Intersistémico Regional OIR, entre otros.

Que la UNAD esté a la vanguardia de los modelos y expectativas de la educación superior en el mundo, no garantiza que lidere esta visión. Nuestra Universidad debe seguir evolucionando y aumentando sus esfuerzos, trabajo y velocidad para dimensionar el cambio, que es lo único constante.

Contribuir con la cobertura, la calidad, la inclusión, la visión de país y la diversidad, entre otras múltiples apuestas que tenemos, correrá positivamente las fronteras del conocimiento, los  indicadores de productividad, las expectativas educativas y la universalización en el acceso a la educación superior en Colombia, pero esto -como debe ser- si bien superará obstáculos históricos, potenciará nuevos desafíos para la educación superior: Mejorar aún más la convivencia, las condiciones básicas de vida, la investigación aplicada, la integración de otros niveles y públicos al sistema educativo y la elevación de los índices de calidad de vida, entre otros muchos aspectos, y para todo ello aún no podemos dar respuesta de la manera deseada.

La apuesta de la UNAD sigue adelante. Ojalá el nuevo Gobierno de Colombia, cualquiera sea éste, considere a la UNAD como un proyecto educativo público y vital así seguiremos apoyando a estudiantes y a la institucionalidad educativa de Colombia y de América Latina, para contribuir a dar respuesta con más inclusión y más accesibilidad, a una relación más equilibrada entre costo y eficiencia, y a una investigación más conectada con las oportunidades que tienen los países y los distintos territorios.

Eso sí. Aún tenemos enormes retos en una larga carrera por la prosperidad social. Si bien estamos adelante con respecto a la virtualidad que hoy desafía a la gran mayoría de instituciones de educación superior, no debemos resignarnos con lo que hacemos. El conformismo es la daga de las instituciones. Lo que tenemos es una maravillosa oportunidad de transformación social para el bien de todos los connacionales.

La educación superior en momentos críticos como los que hoy vive la humanidad se convierte en un catalizador que podría afianzar el bien común y podría disminuir los riesgos que afectan la sustentabilidad y la sostenibilidad del planeta y de los seres vivos.

Para mí, el llamado es a que sigamos evolucionando y recreando la educación como uno de los desafíos en torno a una garantía de calidad, de equidad, de inclusión y de justicia social para una humanidad aún lejana de su esencia existencial: el servir y servir desde el aprender a aprender como meta aún no alcanzada.

¡Mil Gracias!

 

Jaime Alberto Leal Afanador

Rector