En el cuatrienio de gestión rectoral 2019-2023 la UNAD apostó, en su Plan de Desarrollo por el compromiso institucional de “Más UNAD, más País”. slogan que al final del cuatrienio se cumplió a cabalidad, explicaré porque.
Gracias a los lineamientos estratégicos allí definidos crecimos en estudiantes, como nunca en nuestra corta historia de 42 años, posicionándonos como la institución de educación superior más grande del país, entre públicas y privadas; y construimos las bases para nuestra proyección internacional, en Estados Unidos, Europa y América Latina. Más de 80 programas académicos y 73 sedes físicas de servicio al estudiante y de las comunidades regionales, confirman la magnitud de nuestra vocación de servicio educativo con calidad y pertinencia por el país.
Así “Más UNAD, más País” fue mucho más que el mencionado eslogan, y expresó sonora y llamativamente cómo esta Universidad lleva a Colombia tatuada en su piel constituyéndose en una causa social educativa, porque la propia UNAD es una manifestación clara y viva de Colombia, un patrimonio nacional accesible a todo aquel que se ilusione con la educación como un motor social para el crecimiento personal, familiar, comunitario y en síntesis evolución del país.
En la etapa de mayor maduración del Plan de Desarrollo “Más UNAD, más País”, la Universidad obtuvo su acreditación institucional en Alta Calidad, que fue como la cereza en el pastel que dio brillo a la apuesta de alta calidad que viene haciendo la UNAD de tiempo atrás. Esta primera acreditación tiene su primera vigencia hasta diciembre del año 2025, por lo que desde el año pasado venimos trabajando con toda la comunidad de líderes unadistas en la proyección y consolidación de la UNAD como un referente de país, que trabaja por su reacreditación.
Cuando en 2020 y 2021 los pares académicos nacionales e internacionales, que a nombre del Consejo Nacional de Acreditación CNA, evaluaron nuestra universidad, vieron que los desarrollos de la UNAD son producto de un ejercicio permanente de planeación estratégica, con una misión y visión claramente construidas y vividas, y con un impresionante impacto social en el país. Recomendaron a la Institución que, más allá de quienes fueran sus directivos, convenía trazar un plan de desarrollo de más largo plazo, no sólo con miras a la reacreditación, sino -sobre todo- a sostener su incidencia nacional.
De esta manera surgió el Plan de Desarrollo Docenal 2023-2034. UNAD 5.0 “Más UNAD, más Equidad” .
El nuevo Plan de Desarrollo no “enterró” a “Más UNAD, más País”, pues ésta ya hace parte del ADN Unadista y refleja su razón de ser. “Más UNAD, más Equidad” no es, entonces, su reemplazo, sino su evolución.
Si “Más UNAD, más País” es parte del sello, pasión, comunidad y servicio Unadista, “Más UNAD, más Equidad” es el reflejo del cómo debemos consolidarnos.
Por ello, para hablar de Equidad debemos partir de su propia definición lexicográfica, que indica que ésta es:
1. La cualidad de dar a cada uno lo que se merece en función de sus méritos o condiciones.
2. La cualidad de no favorecer en el trato a una persona perjudicando a otra.
Y esas cualidades son una perfecta expresión de lo que es la UNAD: La Universidad que apuesta por el país CON TODOS sus conciudadanos.
En educación superior, la Equidad se concibe como la vivencia práctica de oportunidades de acceso, de permanencia y de egreso de cualquier persona independientemente de su edad, género, raza, lugar de vivienda, discapacidad, condición socioeconómica o cualquier otro aspecto que pueda originar alguna desventaja educativa.
La exclusión es el antónimo de la Equidad.
La inclusión es una de las formas más concretas de la Equidad. Es la apuesta por dar oportunidades, por reconocer la diferencia, por valorar debidamente a quien piensa, actúa o vive formas algo o totalmente ajenas a las nuestras, y por trabajar constantemente en torno del uso de la tecnología personalizada, del aprender a aprender según contextos, de adoptar aprendizajes de comunidades y poblaciones hasta ahora ajenas en el discurso educativo, y de la adaptar mecanismos de reconocimiento, de ingreso y de acompañamiento durante todo el proceso formativo de estudiantes de la UNAD.
Ser incluyente (o inclusivo), no debe ser visto como una afirmación políticamente correcta. Muchas instituciones educativas dicen que son incluyentes, únicamente porque habilitan cupos de acceso o programas de servicio social para personas o comunidades con limitaciones económicas, físicas o pertenecientes a grupos mal identificadas como vulnerables (por ejemplo, tercera edad, discapacitados, víctimas del conflicto armado, población migrante y refugiada, indígenas, población LGBTI…).
Lastimosamente muchos de esos programas de “inclusión” lo que hacen es revictimizar injustificadamente a ciertas poblaciones, fomentan síndromes de estrés postraumáticos y ratifican la condición de excluidos. Guardadas proporciones, repiten la triste experiencia de casos como los de Ser Pilo Paga, en donde, más allá de la buena voluntad estatal, miles de estudiantes fueron erróneamente “incluidos” en un modelo educativo social, cultural y económicamente ajenos a su realidad, y que terminó afectando familiar y psicológicamente a muchos, con la consecuencia de preocupantes tasas de abandono, hasta de suicidios, como consecuencia de la aparición de reprochables conductas de matoneo estudiantil.
La Equidad, para la UNAD, se traduce en la expresión del decidido, desinteresado, indefinido y apasionado esfuerzo de la Universidad por asegurar que ningún miembro de esta comunidad universitaria (en todos sus niveles) se sienta ajeno al proyecto de país y cuente con las idóneas condiciones para participar, libre y confortablemente, del proceso educativo como una expresión que mejora sus condiciones personales y sociales.
Ser equitativos, incluyentes o inclusivos no debe ser visto como una frase sonora. Mucho menos un mantra. Más que disponernos a recibir y a trabajar académicamente con quienes tradicionalmente han sido ajenos, apartados o excluidos del sistema educativo, sea cual sea la situación que los llevó a ello, la UNAD inclusiva conlleva la adopción de algunos protocolos de inclusión (como, por ejemplo, softwares de evaluación personalizada; lazarillos y acompañantes para personas con discapacidad física; flexibilidad en modalidades de pago y matrícula; más sedes cerca de población con dificultades de movilidad; dispositivos tecnológicos para brindar conectividad…), pero también, y más importante aún, conlleva una disposición mental personal, cultural institucional y de gestión académica y administrativa para que sea la UNAD, y no quienes tradicionalmente se han sentido excluidos, la que se adapte a ellos, y no al revés (como erróneamente se ha intentado hacer).
Por ello hemos avanzado, y debemos seguir avanzando mucho más, en procesos de caracterización de nuestros aspirantes y estudiantes; en programas de apoyo social, psicológico, económico y de bienestar personal y familiar; en escenarios de mayor conocimiento, comprensión y relacionamiento frente a expresiones espirituales, de género, de actitud y dinámica política y de disposición hacia la convivencia por parte de todas las comunidades que atiende nuestra Institución; debemos seguir avanzando en las rutas de ajustes normativos, procesos y programas de actualización para comprender, de parte de docentes y de personal administrativo, nuevas expresiones de oferta educativa de calidad y pertinencia que respondan efectivamente a las diversas complejidades sociales.
Porque en la UNAD el “diferente” no existe. Aquí todos debemos contar con un servicio cálido y de calidad. El mal llamado “diferente” simplemente es alguien con un matiz de personalidad o condición como la de cualquier otro miembro de la comunidad universitaria. Es decir, en la UNAD el “diferente” es el ”igual”, para efectos de relacionamiento y aprendizaje. Es un protagonista más de la vida académica y su experiencia no tiene un valor diferencial, salvo el de enriquecer el aprendizaje y la convivencia.
La única forma de exclusión de la UNAD, debe ser la autoexclusión de quienes por decisión personal, violación de las normas elementales de disciplina y de convivencia o por negligencia o fraude, se niegan a sí mismos la posibilidad de crecer personal y profesionalmente a través de la educación.
La Equidad Unadista es el resultado de una convicción que compartimos en comunidad cientos de miles de colombianos, que no se desprenden de su hábitat en cientos de municipios apartados, que viven las desesperanzas acumuladas por las más diversas condiciones sociales, con exclusiones históricas, de escenarios de sueños de paz frustrada y de conflictos en ascenso, de tierras fértiles y de zonas aparentemente inviables, y cuya experiencia demuestra que el reconocimiento del otro, el acoger al excluido y el dar oportunidades a quienes nunca la han tenido, e incluso a quienes la tuvieron y la perdieron, son una forma de hacer patria, de permitir al país desde la base diseñar sus políticas públicas con la consideración y opinión de quienes no han podido participar en las mismas, y de elevar la dignidad y facilitar la convivencia con quienes injustamente desde siempre han sido excluidos.
A Albert Einstein se ha atribuido la frase según la cual "la mente es como un paracaídas; si no se abre no sirve para nada". Dicha reflexión es perfectamente aplicable a la UNAD: Tenemos la responsabilidad, y obligación, de formar profesionales idóneos en su área disciplinar, pero sobre todo de personas con mente abierta y pensamiento crítico y solidario, que nunca olviden el para qué de su formación integral y su naturaleza como líderes transformadores servidores de la sociedad.