Reiteradamente expresamos con alegría que nos sentimos orgullosos de nuestra UNAD, de lo que somos, hemos logrado y del impacto social que hemos alcanzado.
“Más UNAD más País”, “Más UNAD más Equidad”, la megauniversidad colombiana, el mejor lugar para trabajar… son algunas de las expresiones y eslóganes que hemos usado para ello, pues reflejan nuestro sentimiento, fundado en la realidad.
Los múltiples reconocimientos que se nos hacen, la que ya se volvió costumbre de romper récords de matrícula en cada periodo, la acreditación institucional y la reacreditación de programas, la calidez y apertura con la que nos reciben en cientos de municipios, y los testimonios de vida de miles de estudiantes, egresados y docentes, a quienes el “toque Unadista” contribuyó a modificar positivamente sus vidas, nos hacen henchir el corazón por hacer parte de esta familia. Pero ello no puede ser motivo de vanagloria sino, por el contrario, de preservar nuestro actuar individual y colectivo impregnándolo a todo momento de humildad.
Al fin y al cabo, aunque ninguna otra universidad colombiana hoy tiene el alcance nacional y regional y de impacto en la calidad de vida de sus estudiantes como la UNAD; ninguna otra institución ha crecido su población de la manera geométrica como lo hemos hecho nosotros, y ninguna otra institución tiene el reconocimiento internacional que se nos hace por nuestro compromiso a favor de la inclusión con ayuda de la modalidad virtual y a distancia , ello no puede ser motivo para que se nos suban los humos y se nos dispare el ego personal e institucional. Mientras la Colombia que soñamos no se haga realidad no hemos ganado nada.
Por esto y por mucho más hoy diversos líderes y dirigentes y nos consideran un patrimonio nacional. No en vano, somos la más grande y acreditada institución de educación superior en número de programas de pregrado, de estudiantes matriculados y de sedes físicas con un sentido arquitectónico que invita al aprendizaje más que a la enseñanza clásica; y somos una universidad reconocida en América Latina y en Iberoamérica por su proyección internacional y por sus desarrollos estratégicos de tecnología y pedagogías afincadas en la virtualidad, entre otros aspectos.
Eso lleva a que nosotros mismos los unadistas a veces nos sorprendamos de lo que hemos alcanzado, y a que a veces nos hagamos la pregunta de cuál será nuestro límite, como si esa fuera nuestra meta principal.
Pero entonces es cuando deseo invitarles para que miremos y vivamos a la UNAD de otra manera.
No somos una organización que gira en torno al incremento en su número de matrículas, sedes, presupuestos y proyectos.
Si bien en números, la UNAD de hoy es más grande que la de hace 5, 10, 15, 20 ó 40 años, ese no debe ser lo que inspire nuestro actuar. Las cifras, números, matrículas, sedes, títulos y reconocimientos son sólo expresiones concretas de una vivencia universitaria que ha impactado en lo cuantitativo, pero no reflejan en su integralidad el verdadero espíritu Unadista.
Son solo indicadores, variables y susceptibles de ajuste al momento de valorar nuestro impacto en cada contexto, una respuesta al mercado de la oferta y la demanda educativa propia y extranjera, y un aporte a las políticas públicas de cobertura educativa con pertinencia y calidad.
Si en algún momento llegare a bajar el número actual de estudiantes matriculados o algunos programas académicos tal vez no tuvieren el desarrollo esperado; si peligrosamente alguno de nosotros llegare a pensar que ya “tocamos techo” y que difícilmente podemos seguir creciendo; si algunos proyectos tomaren más tiempo del inicialmente calculado, o el competitivo ámbito académico e investigativo no reconociera como quisiéramos nuestro proyecto educativo, la UNAD no será ni más pequeña, ni menos de lo que es hoy en día.
Porque el espíritu Unadista formulado en principios y valores axiológicos como la solidaridad está más allá de un número de profesores, de estudiantes, de programas acreditados, de cursos en plataforma o de metros cuadrados de nuevas sedes. Nuestra causa social educativa va más allá y se perfila en el servicio educativo que realmente aporta al bienestar de comunidades que habitan en territorios y micro territorios históricamente excluidos de la oportunidad que, como derecho a la buena educación, debe brindársele a todos los colombianas y colombianas.
Claramente hay una consecuencia directa entre el talento, la vocación y el compromiso que esta comunidad ha demostrado y los resultados que hoy nos tienen en el lugar de vanguardia que para muchos academicistas ortodoxos aún les cuesta aceptar. Hemos demostrado que, en equipo y con una noble causa de servicio educativo al país, se puede caminar más lejos cuando la convicción se empodera en el propósito individual y colectivo de querer aportar para tener una mejor sociedad donde las nuevas generaciones disfruten su existencia en el orgullo del ser colombiano.
Pero estar en una posición privilegiada, de vanguardia y liderazgo demanda a quienes han ayudado a construir esta realidad llamada UNAD más exigencias, más entrega, más fidelidad, más compromiso y más trabajo inteligente y productivo. Al fin y al cabo, cada día tenemos mucha más competencia y muchos más ojos encima de nosotros, tanto de quienes nos admiran o de quienes nos envidian.
Ni la historia ni la Patria nos perdonarían un retroceso y una pausa más allá de la necesaria, para abortar lo construido en estas cuatro décadas de existencia; tampoco se nos permite sentir miedo de seguir adelante en nuestra ruta de crear y de innovar; menos aún de dar un brusco freno a plena velocidad o, siquiera, presentar un asomo de duda sobre la naturaleza de nuestro trabajo.
Somos Unadistas, somos académicos, somos colombianos, somos profesionales, somos familia, y bajo todas estas responsabilidades, de conciencia, sangre, historia, fidelidad y afinidad en tiempo y espacio con esta causa social educativa, nuestro compromiso no puede, ni siquiera, ser el mismo de siempre. Debe ser cada día muchísimo mayor. A quien demuestra que puede, se le pedirá mucho más, y eso espera de nosotros la sociedad colombiana.
La UNAD es una Universidad, pero, sobre todo, es un espíritu colectivo de compromiso, sacrificio, amor y pasión por dejar sembrada la ruta transformadora que desde la educación puede y debe soñar una nación.
Queridos líderes Unadistas! Si alguno de ustedes se siente cansado, si su trabajo no le es placentero tanto como para atreverse a no seguir soñando, a no poner las manos en el fuego por esta causa social educativa, a la que aún le falta mucho por impactar para que nuestra Patria cierre brechas históricas que se ha colmado con enormes inequidades, ausencias de educación efectiva y de solidaridad extendida, le aconsejo que lo piense, porque este viaje fantástico será cada día más exigente con todos aquellos que no disfruten a plena adrenalina los retos y desafíos que demarcan la vanguardia educativa que buscamos consolidar; si lo ven como una pesadilla que les atormenta lo mejor es “bajarse de este tren” y permitir a otros que están ansiosos por empujar esta locomotora de la historia educativa colombiana, puedan subirse a ella para sembrar en tierra fértil el sueño colectivo de un mejor país.
La UNAD fue un sueño que hoy em pieza a hacerse realidad. Un proyecto inspirado en su afán por ver a una Colombia en la que la educación sea protagonista y sus egresados sean catalogados como aquellos líderes que puedan orientar los destinos de sus comunidades, de sus territorios y de la Nación. Con más o menos estudiantes, más o menos proyectos, el espíritu Unadista nunca se detendrá.
Por ello están peligrosamente equivocados quienes piensan que basta con cumplir en lo básico, en conformarse, en resignarse y en asumir que la tarea ya está hecha; quienes creen que la Organización o la Patria no les recompensan económicamente el trabajo como se quiere; que los reconocimientos y méritos recibidos ya han sido debidamente pagados con el esfuerzo y el trabajo individual; que los proyectos solo demandan de recursos, más que de criterio, empeño y sueños; y que debe haber favoritismo y círculos cerrados en el trabajo. Cualquier miembro de la Universidad que, aunque se proclame Unadista, piense así, no debe hacer parte de esta familia, porque se engaña a sí mismo, pero, sobre todo, engaña al colectivo de líderes de una Universidad que hoy proclama resarcir la ética y la moral de nuestra sociedad para desterrar la corrupción.
Necesitamos a cada momento desafiarnos; cualificarnos y mejorar muchas prácticas de trabajo; revisar y acabar los paradigmas en torno del amiguismo, los círculos laborales inefectivos que privilegian las amistades y llenan de adornos y excusas a los indicadores que poco ayudan a valorar y a crecer bajo el propósito del mejoramiento continuo.
Entonces, es imperativo realizar un Trabajo Inteligente Productivo, en el que todos los procesos y procedimientos, indicadores, proyectos, equipos humanos y metas se repiensen en torno de ir más allá, porque detrás de las metas de crecimiento institucional, siempre habrá más colombianos que necesitan de una UNAD cualificada y de plena vanguardia.
Cuento con Ustedes, con su apasionamiento por la causa y, sobre todo, con su identificación, en cuerpo y espíritu, con esta ruta de transformación educativa que hoy y mañana debe liderar la UNAD.
Muchas gracias,
Jaime Alberto Leal Afanador
Rector
Abril de 2023