En estos días se cumplieron 20 años desde cuando me posesioné, el 2 de marzo de 2004, como rector de la Universidad Nacional Abierta y a Distancia, UNAD.
La UNAD a la que llegué a dirigir presentaba un alto déficit de calidad y de credibilidad. Tenía 17 mil estudiantes y una limitada oferta académica, frente a los 250 mil estudiantes que hoy atendemos en más de 100 programas adscritos a los diversos sistemas educativos que integran el meta sistema que gestionamos. Hace 20 años, la UNAD no registraba ningún programa acreditado y era impensable la acreditación institucional de alta calidad que ahora, con orgullo, ostentamos; el modelo formativo se fundaba en una educación a distancia basada en módulos (libros físicos) y un apoyo básico de tutores en los 17 centros regionales que había, frente a las 72 de hoy, ubicados en 8 zonas a nivel nacional y dos seccionales internacionales (una en USA y otra en España), desde los que se atienden las expectativas educativas de una población superior a los dos millones de compatriotas que, hoy por múltiples razones, están fuera de nuestras fronteras. 20 años atrás existían diversos y serios problemas de sostenibilidad financiera, y tal vez lo más preocupante, teníamos un escaso impacto social que afectaba seriamente la identidad y la imagen institucional ante una mirada gubernamental y sectorial escrutadora de un modelo educativo que se leía ineficaz. Fue la etapa institucional, tristemente opaca, de una universidad que parecía inviable como proyecto educativo vital para nuestra Nación.
En las más de mil semanas que, desde entonces, han transcurrido, muchos colaboradores se han ido, ya porque se pensionaron, porque decidieron tomar otro camino, o porque no fueron capaces de seguir el ritmo de cambio que, desde entonces, comenzamos a imprimir para evolucionar un modelo disruptivo en lo organizacional y lo tecno-pedagógico.
Quiero hacer público mi agradecimiento a quienes hoy me acompañan, y a quienes desde entonces confiaron en la ruta transformadora que se trazó con una visión planificada y prospectiva y que han hecho de la UNAD una universidad de alto reconocimiento, que se supo conducir, incluso en momentos en los que la oscura y fría noche se hacía más larga y la tormenta arreciaba sin compasión.
Gracias a ellos por confiar y trabajar para iluminar en momentos en que, pese a la oscuridad, teníamos clara la ruta hacia un puerto de transición como el hoy logrado, porque somos unos convencidos que la educación en ruta de vanguardia social aún sigue siendo nuestra utopía posible. También tengo un enorme agradecimiento y reconocimiento a los miles de Unadistas que, tanto en la gestión nacional como zonal, en los más remotos rincones de la Patria y en el exterior, disfrutan el servir cada día y seguir consolidando esta causa social educativa.
Sin Ustedes la UNAD no sería lo que es hoy. Sin su compromiso por la educación, por la comprensión de las realidades institucionales, por el empeño por derrumbar mitos y por su constancia para demostrar el trabajo bien hecho, esta institución hoy no sería la megauniversidad de los colombianos, un referente en la modalidad a nivel mundial y, sobre todo, una oportunidad real para transformar, positivamente, vidas.
En reiteradas y consecutivas oportunidades, la comunidad universitaria, a través de diversas consultas estamentarias, y el honorable Consejo Superior Universitario, han confiado en mí para dirigir este proyecto, y mi permanencia como rector sólo ha sido posible por la convicción de ustedes en este proyecto educativo, en el servicio y en un trabajo bien hecho. ¡Gracias por ello!
Hoy somos la primera universidad colombiana en número de estudiantes, con diversos sistemas educativos, líder sectorial y superávit financiero (pese a los limitados recursos que nos transfiere la Nación).
Y a diferencia de finales del siglo anterior, el ojo crítico del sector se ha transformado en una mirada expectante de quienes no terminan de entender que una buena universidad se construye desde una clara visión social con trabajo en equipo, armonía interna, constancia en el propósito, actitud disruptiva y vocación de servicio. Todo esto es mucho más que poseer boyantes recursos económicos, protagonismo político o una historia centenaria maniquea.
Muchos (la mayoría) de los actuales estudiantes, docentes, investigadores, monitores y colaboradores están viviendo, afortunadamente, la mejor versión de la UNAD en su historia. Y aunque somos infinitamente mejores que hace dos décadas, aún no llegamos al desarrollo institucional que nuestra pasión y el país se merecen, y por ello no podemos vanagloriarnos ni adormilarnos en nuestra tarea.
Ser la más grande y con más impacto debe generarnos, más allá del orgullo, la obligación de ratificar diariamente nuestro compromiso por la mejora, con trabajo inteligente productivo que nos permitirá saber escuchar y servir adecuadamente a nuestros estudiantes, integrándonos más y siendo fieles a nuestros principios de vocación solidaria al servicio del país. Sólo así podremos garantizar la consolidación de esta causa social educativa.
Sea cual sea nuestro destino individual, lo único claro es que la UNAD de mañana tiene que ser, aún más, muchísimo mejor que la de hoy.
Gracias por hacer parte de esta causa social educativa.
¡Caminando juntos llegaremos más lejos para servir a Colombia!
Jaime Alberto Leal Afanador, rector UNAD