Las redes sociales son uno de los mejores ejemplos de cómo la tecnología, en sí, es neutra y que su bondad o maldad depende del uso que se le dé. Gracias a las redes podemos enterarnos, en tiempo real, de hechos que los medios de comunicación no logran atender a tiempo; de gestas, hazañas y dramas humanos que, de otra forma, muy seguramente no conoceríamos; y aprendemos trucos y consejos desde lo más rutinario hasta lo inimaginable. Indudablemente, permiten información y entretención.
Pero, al mismo tiempo, son un medio ideal para que sicarios morales puedan actuar de la forma más fácil, libre, rápida e irresponsable. Usan las redes como arma letal para “barrer” con la imagen y la honra de cualquier persona, colectivo o institución, sin medir las consecuencias de sus afirmaciones. Con acceso universal, desde cualquier lugar y momento, y en los términos que se les ocurra, critican pero, sobre todo, calumnian y difaman a políticos, futbolistas, artistas, cualquier ciudadano que por causa del destino haya caído en un video viral y, en general, toda persona que tenga alguna clase de visibilidad, representatividad o mayor responsabilidad social. Algunos son identificados por sus nombres de pila y otros recurren a múltiples seudónimos y crean cuentas “pantalla” para evadir la ley.
Hablo desde mi experiencia. Como rector de la universidad con mayor impacto en todas las regiones de Colombia y más de un cuarto de millón de estudiantes, valoro las redes sociales que utilizo para informar y hacer análisis y reflexiones académicas, pero he sufrido de matoneo virtual. Para llevar a la UNAD a donde ahora se encuentra tuve que tomar medidas en contra de amigos de la mediocridad, del beneficio personal con recursos públicos e intereses distintos a los educativos, y eso ocasionó molestias que, vía calumnia, quieren cobrar. Tras décadas como gestor universitario he enfrentado investigaciones judiciales por muy diversos temas. Todos, léase bien, todos los procesos por los que he sido denunciado han fallado a favor mío y de la UNAD. La justicia siempre ha confirmado inexistencia de irregularidad y, en cambio, sí falsas denuncias y afán revanchista de unas pocas personas (en mi caso, 8 concretamente identificadas) que, a falta de argumentos, han optado por esconderse detrás de un usuario (generalmente ficticio) en las redes sociales para, desde allí, seguir inventando y acusando sin pruebas, con la ventaja de difícilmente ser descubiertos y evitar responder ante los tribunales.
Son terroristas del teclado. Evaden el debate, carecen de argumentos y aplican el triste y célebre principio de Joseph Goebbels, ministro de propaganda de Hitler, según el cual «Miente, miente, miente que algo quedará, cuanto más grande sea una mentira más gente la creerá».
Lamentablemente la proliferación y difícil control de las redes hacen muy difícil que el establecimiento jurídico pueda responder oportunamente a las miles de calumnias que a diario circulan en redes sociales cada vez más crecientes (X, Instagram. Facebook y Youtube, son tan solo la punta del iceberg). Es el Estado, los medios de comunicación, las organizaciones con liderazgo social formativo (como las iglesias, las escuelas deportivas, las fuerzas militares, las ONGs y las universidades, entre otras), las que tenemos que acelerar las acciones para desarmar los espíritus y sensibilizar a todos los ciudadanos sobre la responsabilidad moral que significa expresarse libremente sobre algo o alguien en redes sociales. De lo contrario, los terroristas del teclado seguirán, vanamente, soñando con hacerse famosos a punta de likes.
Con especial atención para Lina García, ex contratista de la UNAD.
Jaime Alberto Leal Afanador, Ed.D
Rector
Agosto 26 de 2024