En Villavicencio, donde la línea del horizonte parece un llamado constante, Thomás Santamaría descubrió que en las pantallas también se esconden caminos. Allí, entre teclas y líneas de código, este joven de 22 años impulsa el desarrollo local mediante el aprendizaje basado en videojuegos. Egresado del programa de Ingeniería de Sistemas, estudiante de la Maestría en Ciberseguridad e investigador de la Universidad Nacional Abierta y a Distancia - UNAD, combina investigación y creatividad para abrir nuevas rutas de aprendizaje en el universo digital.
(Foto: estudiante unadista, Thomás Santamaría, durante su sustentación sobre gamificación en la Universidad de los Llanos. 2024)
Su historia comenzó en 2020, cuando la pandemia lo llevó a aprender programación de forma empírica, explorando tutoriales de YouTube y foros en línea. No quería solo jugar, quería crear mundos. Su abuela, egresada de la entonces UNISUR, lo motivó a ingresar a la UNAD en 2021, convencido de que la ingeniería le permitiría fundar su propia empresa de desarrollo digital.
Aunque la educación virtual le resultó natural, Thomás extrañaba la interacción humana. Por eso, en 2023 se postuló a la monitoria en la Escuela de Ciencias Básicas, Tecnología e Ingeniería (ECBTI) y fue uno de los seleccionados para apoyar a otros estudiantes de forma remota. Dos años después, su rol se trasladó a los laboratorios del CEAD de Acacías, donde disfrutaba conversar con quienes esperaban los resultados de sus experimentos o buscaban ayuda técnica.
Su pasión por aprender lo llevó también a investigar. Desde 2021 pertenece al semillero INTERMATSI, un espacio que, según él, “le abrió puertas increíbles” y lo llevó a convertirse en un joven investigador con proyección internacional. En 2022 viajó a Medellín para presentar su primer videojuego educativo en el Encuentro Nacional de Semilleros RedCOLSI. En 2023, viajó a Puebla, México, con un proyecto que enseñaba matemáticas y física mediante simulaciones interactivas, allí expresa que “pasó una semana aprendiendo, compartiendo experiencias y creciendo como investigador". En 2024 regresó a México, esta vez como ponente en el programa Delfín, en Puerto Vallarta, con un videojuego sobre ciberseguridad y bullying digital que mostraba impacto por su mensaje. En él, una aplicación aparentemente inocente se convertía en una amenaza capaz de acceder a la vida privada del jugador, mostrando de forma lúdica el peligro real de los virus informáticos. Además, ha presentado ponencias en diferentes universidades y eventos, entre ellos el Festival Latinoamericano de Instalación de Software Libre (FLISOL), experiencias que, afirma, le han permitido compartir lo que sabe y motivar a otras personas a desarrollar sus propias ideas.
Tiene más de cinco años de experiencia en el desarrollo de aplicaciones y lleva consigo un portafolio de más de diez juegos publicados. Aún conserva las primeras versiones de cada uno, pequeñas reliquias que le permiten mirar atrás y comparar el camino recorrido. Entre sus creaciones destaca Cyberset, un videojuego sobre teoría de conjuntos diseñado para enseñar matemáticas de forma lúdica.
El proyecto está próximo a integrarse al curso de Pensamiento Lógico Matemático de la UNAD, con la idea de que pueda desarrollarse como un laboratorio autodirigido. Allí, el estudiante interactúa resolviendo ejercicios y el puntaje obtenido (por ejemplo, 8 aciertos de 10) se convertirá directamente en la nota asignada de la actividad. El juego ya está disponible en Play Store y hace parte del portafolio de su emprendimiento Lansofts. Thomás mejora constantemente el juego, corrige errores y prueba nuevas funciones con estudiantes interesados en aprender. Trabaja con la convicción de que cada mejora, por pequeña que sea, hace más fáciles los procesos y, contribuye a hacer más sencilla la vida de las personas.
Su empresa, Lansofts, es hoy su laboratorio de ideas, allí busca generar un impacto positivo en quienes prueban sus desarrollos. Sueña con llevar sus aplicaciones hacia entornos de realidad virtual y aumentada, donde los estudiantes puedan aprender en escenarios simulados y seguros, sin miedo a equivocarse. “Creo firmemente que del error nace el aprendizaje y que equivocarse en un entorno virtual ayuda a hacernos mejores en la vida real”, dice con determinación.
Su visión es tan abierta como su código, quiere que sus proyectos sean Open Source, es decir, disponibles para que cualquiera los use y aprenda. “Me interesa la huella que dejo, no el reconocimiento”, asegura mientras revisa líneas de código que pronto formarán parte de otro prototipo. Se proyecta como un desarrollador de videojuegos educativos y simuladores 3D para diferentes instituciones y empresas que cuenten con una necesidad especifica.
Su historia demuestra que, incluso en un entorno virtual, es posible construir comunidad, conocimiento y propósito. Entre pantallas, códigos y curiosidad, este joven unadista sigue creando universos donde aprender también puede ser una experiencia divertida, colectiva y ampliamente gratificante para todas y todos.


