La mayoría de investigaciones sobre docencia se concentran en la planeación, en los recursos, en la evaluación o en las metodologías, pero este estudio decidió ir un paso más atrás, al origen de todo: cómo piensa el docente.

La UNAD, desde la ECEDU y la Zona Bogotá–Cundinamarca, quiso responder algo que casi nunca se pregunta: ¿qué tan desarrolladas están en los profesores las habilidades de pensamiento crítico, creativo y cuidadoso? Y lo hizo con un enfoque que no buscaba medir contenidos, sino comprender prácticas reales, reflexiones cotidianas y maneras de tomar decisiones en el aula.

Cuando el docente reflexiona sobre su propia forma de pensar

El proyecto no se limitó a encuestas o instrumentos comunes: invitó a docentes a participar en comunidades de indagación, espacios de diálogo donde hablaron de sus experiencias, de cómo leen la realidad, de cómo toman decisiones pedagógicas y de cómo entienden la ética dentro de su oficio.

Ese tipo de conversación permitió algo valioso: que los docentes se vieran a sí mismos desde afuera. Ahí comenzaron a aparecer patrones, fortalezas, vacíos y oportunidades.

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¿Qué encontraron? Un panorama realista y útil (no idealizado)

El estudio mostró tres tendencias claras:

1. El pensamiento crítico está más consolidado.

Los docentes argumentan, cuestionan, analizan situaciones y conectan ideas con facilidad. Esto tiene sentido: la formación universitaria tradicional fortalece estas habilidades.

2. El pensamiento creativo está presente, pero sin base teórica sólida.

Los profesores proponen alternativas, buscan caminos diferentes y usan estrategias novedosas, pero pocas veces reconocen estos procesos como parte de un pensamiento creativo estructurado.

3. El pensamiento cuidadoso es el menos explícito.

Aquí aparece el mayor reto. Los docentes sí se preocupan por sus estudiantes, pero no siempre tienen claridad conceptual sobre lo que implica pensar desde el cuidado, la ética, la sensibilidad, la empatía o la justicia en las decisiones pedagógicas.

No es que no exista. Existe, pero aún no se reconoce como una categoría mental que debe desarrollarse y aplicarse de manera intencional.

¿Por qué es importante este diagnóstico?

Porque un docente toma decisiones todo el tiempo: qué enseñar, cómo abordarlo, cómo evaluar, cómo acompañar, cómo intervenir en conflictos y cómo responder a las diferencias de sus estudiantes.

Y esas decisiones no dependen solo del conocimiento disciplinar; dependen de cómo piensa el docente.

Este estudio deja algo claro: si un profesor identifica sus fortalezas y debilidades en pensamiento crítico, creativo y cuidadoso, puede ajustar su práctica, mejorarla y comprender mejor su impacto en el aula.

El mayor aporte del estudio: una ruta de formación basada en evidencia

A partir del diagnóstico, se abre la posibilidad de construir un plan de formación docente más pertinente, uno que no se enfoque únicamente en herramientas o contenidos, sino en habilidades cognitivas que realmente transforman la práctica:

pensar mejor para guiar mejor, analizar mejor para decidir mejor, y comprender mejor para acompañar mejor. Aquí no se trata de hacer reflexión filosófica sin propósito, sino de fortalecer la toma de decisiones pedagógicas desde una comprensión más profunda del propio pensamiento.

En conclusión: ningún docente mejora su práctica sin conocerse a sí mismo

Este estudio no señala ni juzga: ofrece un panorama honesto sobre cómo están pensando los docentes de la ECEDU/ZCBC y qué necesitan para avanzar.

El mensaje es simple y práctico:

Si los maestros comprenden cómo procesan la información, cómo construyen argumentos, cómo generan alternativas y cómo integran la ética en su trabajo, enseñarán mejor. Si no lo hacen, seguirán enseñando de la misma forma, aunque cambien las herramientas, los contenidos o las metodologías. La mejora docente no empieza en el aula: empieza en la cabeza de quien enseña.

Lee el artículo completo en: Diagnóstico sobre habilidades relacionadas con el pensamiento multidimensional en docentes de la ECEDU/ZCBC