¿Sabías que una vaca puede perder más energía por estrés térmico que por su propia producción de leche?

El dato sorprende, pero es real. El calor, el manejo y hasta la forma en que un animal respira pueden determinar su rendimiento productivo.

Eso es precisamente lo que revela el estudio de Álvaro Araujo y Angélica Herazo, quienes explican cómo la fisiología, la termorregulación y el estrés se entrelazan en una danza biológica que sostiene o rompe el equilibrio en la producción pecuaria.

Desde el Grupo de Investigación ZOOBIOS de la UNAD – ECAPMA, esta obra es una radiografía del cuerpo animal en acción: cómo reacciona, se adapta y sobrevive frente al trabajo, el clima y la manipulación humana.

Un viaje profundo al interior de la ciencia que no solo mide, sino que escucha lo que el cuerpo animal dice cuando el ambiente cambia.

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La fisiología como lenguaje del bienestar

La fisiología animal no es solo teoría: es el idioma del cuerpo. Cada frecuencia cardíaca, cada sudor, cada respiración tiene un significado.

El artículo expone que durante el trabajo físico —especialmente en animales de tiro como los caballos— se activan mecanismos internos complejos: el sistema nervioso central y periférico envía señales al sistema músculo-esquelético, mientras los glóbulos rojos se liberan del bazo para aumentar la oxigenación y la energía disponible.

El caballo, por ejemplo, es el atleta biológico por excelencia: puede incrementar en un 50% sus glóbulos rojos durante el ejercicio. Este fenómeno, conocido como contracción esplénica, es una muestra de cómo el cuerpo animal responde con precisión a las exigencias del entorno.

Termorregulación: el arte de mantener el equilibrio

La termorregulación es el proceso mediante el cual los animales mantienen su temperatura corporal constante, incluso en condiciones extremas. Y aunque parece un mecanismo simple, es un sistema sofisticado que involucra al cerebro, la piel y el sistema circulatorio.

Cuando el calor aumenta, los animales disipan energía a través de la radiación, la convección, la conducción y la evaporación, cuatro pilares fisiológicos que les permiten sobrevivir en ambientes cálidos o fríos.

El estudio destaca que factores como la humedad, la velocidad del viento y la radiación solar pueden alterar radicalmente el confort térmico, generando estrés calórico, uno de los enemigos silenciosos del rendimiento productivo.

La ciencia lo demuestra: un animal estresado produce menos, se enferma más y requiere mayor energía para mantener su equilibrio interno.

El cerebro: centro de mando ante el estrés

El hipotálamo es el director de orquesta en este proceso. Regula cada estímulo térmico que llega desde los termorreceptores de la piel y decide si el cuerpo debe conservar calor o liberarlo.

Ante el estrés, el cerebro activa una respuesta fisiológica coordinada con el sistema endocrino: libera catecolaminas (adrenalina, noradrenalina y dopamina) y glucocorticoides, que preparan al organismo para la acción, pero que, en exceso, pueden generar agotamiento y pérdida del bienestar.

El artículo explica que estas etapas —alarma, resistencia y agotamiento— definen el ciclo completo del estrés animal. Un ciclo que, si no se controla, afecta la productividad, la inmunidad y el comportamiento.

El bienestar como ciencia, no como discurso

La investigación concluye que el bienestar animal no depende solo del trato físico o del entorno, sino de comprender sus indicadores fisiológicos: la temperatura corporal, el ritmo cardíaco, el hemograma y la bioquímica sérica son señales que revelan si un animal está sano o bajo presión.

De hecho, el estrés se puede “leer” en la sangre. Las proteínas de fase aguda cambian sus niveles ante cualquier alteración, y la creatinkinasa, una enzima muscular, aumenta cuando hay tensión o daño físico.

Estos biomarcadores se convierten en aliados de la ciencia para medir el bienestar sin necesidad de suposiciones.

El mensaje es claro: el conocimiento es la primera herramienta de protección animal.

Adaptación y sostenibilidad en la producción pecuaria

Araujo y Herazo insisten en algo clave: el rendimiento productivo no puede medirse sin considerar el entorno. Temperatura, humedad, radiación solar y viento son variables que alteran el balance térmico y, por tanto, la eficiencia biológica del animal.

El futuro de la ganadería no está solo en producir más, sino en producir mejor: respetando los límites fisiológicos, optimizando los ambientes y promoviendo el confort animal como principio de sostenibilidad.

Porque un animal equilibrado fisiológicamente es un sistema productivo más eficiente, ético y rentable.

Cuando el cuerpo habla, la ciencia escucha

La Morfofisiología Animal no solo estudia cuerpos, sino comportamientos biológicos que reflejan bienestar o sufrimiento. Detrás de cada ritmo cardíaco, de cada respiración acelerada o jadeo, hay información que puede cambiar el futuro de la producción animal.

Déjalo en los comentarios:
¿Sabías que medir el estrés en un animal puede salvar su vida y mejorar toda una producción?
¿Crees que la tecnología debería estar al servicio del bienestar animal?

La ciencia no se queda en el laboratorio: se aplica en el campo, en el establo y en cada decisión que mejora la vida animal y humana.


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