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Cuando un edificio habla: el poder oculto de la energía que consumimos
En cada ciudad, en cada municipio, en cada entidad pública… hay edificios que no solo guardan documentos, escritorios y funcionarios. Guardan hábitos, rutinas y formas de consumir energía que, aunque parezcan pequeñas, mueven millones de pesos y toneladas de impacto ambiental cada año.
Pero muy pocas veces nos detenemos a pensar en algo básico:
- ¿Cómo se usa realmente la energía en estos lugares?
- ¿Dónde se fuga?
- ¿Quién decide?
- ¿Quién paga las consecuencias?
El artículo “Modelado y simulación mediante dinámica de sistemas para auditorías energéticas a edificios de administración pública en Colombia”, escrito por Alexander Cortés Llanos, Alba Dalila Ángel Rodríguez, Gerson David Cruz Capador y Mónica Montoya Cortés, y publicado en la revista Publicaciones e Investigación, llega justo a romper ese silencio.
No viene a hacer discurso: viene a mostrar con datos, simulaciones y evidencia cómo se puede ahorrar energía de manera real, medible y sostenible… y cómo hacerlo sin improvisar.
Una transición energética que empieza en lo cotidiano
Colombia, como el mundo entero, vive un momento crítico: la transición energética no es una idea del futuro, es una urgencia del presente. El estudio recuerda que este proceso depende de dos claves:
- El uso de fuentes de energía renovable.
- La eficiencia energética.
Y la eficiencia energética no siempre significa comprar tecnología costosa. A veces significa encender solo lo necesario, cuando es necesario.
El artículo señala que su objetivo principal fue presentar un modelo y simulación para auditorías energéticas en edificios públicos, siguiendo lo establecido en el Plan Nacional de Desarrollo 2022–2026 y la Resolución 016 de 2024 de la UPME.
Esto significa algo importante: no es solo teoría, es una herramienta aplicable hoy en cualquier alcaldía, gobernación, secretaría o entidad estatal del país.
¿Qué hace diferente a esta investigación?
Su propuesta es clara: usaron dinámica de sistemas, una metodología que permite simular escenarios reales a partir de datos.
“El modelo integra aspectos técnicos, económicos y organizacionales para identificar escenarios de decisión relacionados con oportunidades de mejora.”
Es decir: no se queda en decir “hay que ahorrar energía”, muestra cómo optimizar el consumo, cuánto se ahorraría y qué cambios vale la pena implementar.
Se evaluaron tres líneas principales dentro del edificio:
- Iluminación.
- Equipos de informática.
- Climatización.
Y se identificaron tres niveles de intervención:
- Cambios de hábitos (Buenas Prácticas Operacionales).
- Gestión inteligente de los tiempos de uso.
- Reconversión tecnológica (por ejemplo, cambiar luminarias).
El dato que sorprende…
Un hallazgo es especialmente revelador: reducir a la mitad el tiempo de encendido de la iluminación puede generar ahorros de $1.560.000 COP en un solo año, sin invertir en nada más. Sí, solo prender menos tiempo la luz: algo que cualquiera puede hacer mañana.
Y otro resultado no se queda atrás: mejorar la cultura organizacional en torno al uso responsable puede ahorrar $1.470.000 COP adicionales al año, y si a eso se suma cambiar los paneles LED de 40W a 20W, el ahorro sube de nuevo: $1.560.000 COP por año.
Pero aquí viene la bomba: si se combinan las tres estrategias, el ahorro anual puede alcanzar los $6.380.000 COP. No es poca cosa; estamos hablando de recursos públicos que podrían reinvertirse en:
- Atención al ciudadano.
- Reparaciones prioritarias.
- Educación comunitaria.
- Programas sociales.
La eficiencia energética es justicia distributiva, así de simple.
El edificio habla. ¿Lo estamos escuchando?
La pregunta no es solo técnica, es ética. Un edificio refleja cómo pensamos la administración pública: si se deja todo encendido “porque siempre se ha hecho así”… lo que se enciende no es solo la luz, se enciende también el gasto, el desperdicio y el impacto ambiental.
Optimizar el consumo es un acto de responsabilidad ciudadana, de respeto por lo colectivo y de gestión inteligente del dinero público.
Entonces, ¿qué hacemos con esto? Lo compartimos, lo conversamos, lo aplicamos y lo llevamos a decisiones reales. Este artículo no pide aplausos, pide acción.
Si trabajas en una entidad pública, estudias administración, ingeniería o sostenibilidad…
No dejes que este conocimiento quede en el papel. Ponlo a circular:
- Compártelo con tu equipo.
- Socialízalo en tu comité.
- Propón una auditoría energética.
- Llévalo a tu plan operativo.
- Y, sobre todo, aplícalo.
Porque cuando cuidamos la energía, cuidamos el territorio. Y cuando cuidamos el territorio, cuidamos la vida. El futuro no se improvisa: se gestiona y se simula.
La Escuela de Ciencias Básicas, Tecnología e Ingeniería (ECBTI) de la UNAD es un referente en la formación de profesionales capaces de comprender, modelar y transformar realidades energéticas y ambientales desde una perspectiva técnica, estratégica y ética.
La ECBTI impulsa una cultura académica donde la ingeniería no se queda en los planos ni en los laboratorios, sino que se convierte en herramienta de cambio social y solución práctica en los territorios.



