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¿Y si tu juez fuera un algoritmo?, Una mirada crítica al uso de la inteligencia artificial en la justicia
En un mundo donde la tecnología avanza a pasos de gigante, ¿estamos realmente preparados para que un software decida sobre nuestra libertad, nuestras propiedades o nuestras vidas? Esta inquietante pregunta se convierte en el punto de partida del artículo “¿Sueñan los jueces con sentencias electrónicas?”, escrito por Raúl C. Cancio Fernández, letrado del Tribunal Supremo de España y publicado en la revista Análisis Jurídico-Político de la UNAD (Vol. 2, Núm. 3, 2020).
Desde el título, el texto nos invita a cuestionar la frontera cada vez más difusa entre el Derecho y la Inteligencia Artificial. El autor no se limita a una visión tecnofóbica ni tecnófila; nos conduce a través de un recorrido reflexivo, documentado y profundamente humanista sobre la relación emergente entre algoritmos y decisiones judiciales.
¿Justicia automática o justicia automatizada?
Según Cancio, hablar de jueces robot no es ciencia ficción, pero tampoco realidad inminente. La posibilidad de sustituir al ser humano en la decisión judicial, advierte, “es puramente quimérica a corto y medio plazo” (p. 161). Sin embargo, la automatización ya está presente en tareas como la gestión procesal, la documentación audiovisual o el análisis predictivo en litigios.
Y aquí surge el dilema: automatizar el proceso no es lo mismo que automatizar la justicia. Porque, como bien lo señala el autor, “el derecho, como el más y mejor acabado mecanismo autocompositivo diseñado por el ser humano, se radica... al otro lado del espejo” (p. 168).
El algoritmo como actor judicial
Uno de los pasajes más provocadores del artículo describe cómo los algoritmos han dejado de ser herramientas pasivas para convertirse en entes capaces de aprender, decidir y evolucionar:
“Los algoritmos dinámicos disponen ya de la capacidad de aprender con el tiempo de los datos y experiencias en aras de tomar decisiones autónomas... generando sus propias instrucciones” (p. 148).
En teoría, esto suena fascinante. En la práctica, implica riesgos enormes. La toma de decisiones opacas, el sesgo discriminatorio, la falta de rendición de cuentas y la “caja negra” que impide entender cómo llegó una máquina a una determinada conclusión, son obstáculos que no podemos ignorar.
Casos reales, consecuencias reales
El autor recuerda el caso del algoritmo COMPAS en Estados Unidos, usado para evaluar el riesgo de reincidencia delictiva. En el caso de Eric Loomis, este software influyó en una condena de seis años de prisión con base en un puntaje calculado algorítmicamente. Pero el algoritmo era secreto, y su lógica inverificable. ¿Cómo defenderse de una máquina que no se puede interrogar?
Y aunque algunos países han adoptado IA para agilizar procesos como China con su sistema Intelligent Trial 1.0 o Estonia con jueces electrónicos para casos menores, otros, como Francia, han optado por regular drásticamente su uso, llegando incluso a penalizar con cárcel la publicación de patrones de conducta judicial.
“Una justicia eficiente, pero sin autoridad moral, difícilmente puede dar frutos... La potestas del Poder Judicial es necesaria, pero no suficiente: necesita auctoritas” (p. 165).
La UNAD y la formación de juristas para una justicia con rostro humano
Frente a estos desafíos, la Universidad Nacional Abierta y a Distancia – UNAD asume un papel clave, no solo como plataforma de divulgación académica, sino como formadora de los nuevos abogados, jueces y operadores jurídicos del país, comprometidos con una justicia moderna, ética y centrada en la dignidad humana.
A través de sus programas en Derecho y Ciencias Jurídicas, la UNAD integra en su currículo temáticas actuales como justicia digital, derecho informático, protección de datos, ciberseguridad jurídica y tecnologías emergentes. La formación no se limita a lo técnico; se enfoca también en lo axiológico: la ética, la interpretación crítica y la autonomía del pensamiento jurídico, valores indispensables en un entorno cada vez más automatizado.
Porque formar abogados para un mundo digital no significa entrenarlos para obedecer algoritmos, sino educarlos para cuestionarlos, regularlos y garantizar que sigan siendo herramientas, no oráculos
Derecho y física cuántica
En un giro creativo, Cancio compara el derecho con la mecánica cuántica: en ambos mundos, las realidades aparentemente contradictorias pueden coexistir. Así como el gato de Schrödinger está vivo y muerto al mismo tiempo, una demanda y su oposición son simultáneamente válidas hasta que un juez emite sentencia:
“La pretensión del recurrente y la oposición de la contraparte coexisten... siendo ambas al mismo tiempo, en tanto en cuanto la firmeza de la sentencia no disuelva esa (in)coherencia interna procesal” (p. 168).
Esta analogía, poderosa y poética, nos recuerda que la justicia es más que lógica binaria; es interpretación, contexto, humanidad. Y es precisamente en esa complejidad donde los algoritmos aún no logran penetrar.
¿Hacia dónde vamos?
El texto cierra con una advertencia clara: la disrupción tecnológica no debe eliminar la figura del juez como garante ético del derecho. Más aún, afirma que “no hay aún nada más verdaderamente disruptivo que el propio Derecho” (p. 168). Porque el Derecho, con sus vacíos, ambigüedades y principios, sigue siendo el arte de lo humano.
El artículo también propone principios fundamentales para cualquier uso ético de la IA en la justicia: respeto de derechos fundamentales, no discriminación, transparencia, calidad, autonomía del usuario. Sin estos pilares, cualquier automatización no es progreso… es retroceso.
Artículo: “¿Sueñan los jueces con sentencias electrónicas?” Disponible en: https://hemeroteca.unad.edu.co/index.php/analisis/article/view/3854