¿Puede un hongo tener más impacto ambiental que un decreto? ¿Puede una bacteria enterrada en un basurero hacer lo que millones de humanos aún no logramos? ¡Sí! Y no solo eso: en los laboratorios de la Universidad Nacional Abierta y a Distancia (UNAD) ya se están documentando los pasos de estos silenciosos superhéroes biodegradadores.

Prepárate para descubrir cómo los microorganismos están rompiendo las cadenas de uno de los materiales más contaminantes del planeta: el poliestireno expandido (PS). Porque la nueva revolución verde no viene en autos eléctricos ni paneles solares… viene en forma de esporas, filamentos y bacterias hambrientas de plástico.

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Plástico: el monstruo disfrazado de utilidad

El poliestireno expandido, más conocido como icopor, corcho blanco o poliespuma, es uno de los materiales más problemáticos del planeta. Ligero, barato, resistente… y casi indestructible. Se calcula que puede tardar cientos de años en descomponerse. Pero en los laboratorios de la UNAD, ese “casi” ha comenzado a desmoronarse.

La clave está en su estructura: el PS está formado en un 98 % por aire y en un 2 % por derivados del petróleo. Eso lo hace liviano, pero extremadamente difícil de reciclar y fácil de acumular. Su uso masivo en empaques, bandejas, embalajes y hasta artefactos médicos lo ha convertido en uno de los residuos más frecuentes… y más temidos.

Pero la ciencia ya encontró sus grietas.

El poder de los hongos y la luz UV

Una investigación publicada en la revista RIAA del sello editorial de la UNAD, propone una fórmula tan simple como poderosa:

Luz ultravioleta + hongos del género Aspergillus = biodegradación del icopor.

La estrategia consistió en pretratar con radiación UV pequeñas piezas de PS (sí, el mismo icopor de las bandejas del mercado) para debilitar su estructura química. Luego, fueron “sembradas” en suelo inoculado con Aspergillus flavus y Aspergillus niger, dos hongos famosos por su capacidad enzimática.

¿El resultado? ¡Hasta un 18 % de degradación en apenas 30 días! Sin necesidad de incinerar, triturar o contaminar más, estos hongos hicieron lo que la industria aún no resuelve: comerse el plástico. Literalmente.

Pero esto no fue magia: la clave estuvo en la sinergia entre el pretratamiento UV que genera radicales libres y facilita la oxidación, y el metabolismo fúngico que convierte polímeros en dióxido de carbono y materia orgánica. Una danza de ciencia y naturaleza que puede rediseñar el destino del plástico.

Desde el basurero a la biotransformación: bacterias que comen polietileno

La historia no termina ahí. En otra investigación de la UNAD, disponible en su repositorio institucional, se dio un paso más allá: se buscó a los “devoradores” directamente en el corazón del problema: los rellenos sanitarios.

“Biotransformación de polímeros sintéticos por medio de bacterias”, de Karen Alejandra Ayala, estudiante del programa de Ingeniería Ambiental de la ECAPMA–UNAD.

En esta investigación, se observó cómo en estos rellenos sanitarios, en condiciones extremas de residuos, humedad y materia orgánica en descomposición, se aislaron cepas de hongos y bacterias adaptadas naturalmente al plástico. Entre ellas, una en particular brilló: Aspergillus clavatus.

Aplicado sobre polímeros como el polietileno de baja densidad (LDPE), este hongo logró una degradación de más del 30 % en 90 días. Sin aditivos. Sin químicos. Solo con tiempo, humedad y su asombroso metabolismo.

Pero eso no fue todo. También se incorporaron pretratamientos con luz ultravioleta, observando que el proceso se aceleraba aún más. La sinergia entre radiación y microorganismos volvió a confirmarse como una vía prometedora para desarmar a los plásticos desde su núcleo molecular.

¿Y si la respuesta siempre estuvo en lo pequeño?

Ambas investigaciones confluyen en una misma verdad: el futuro de la sostenibilidad no está en grandes máquinas, sino en pequeños organismos invisibles.

Los hongos del género Aspergillus y las bacterias halladas en suelos contaminados no solo sobreviven al plástico: lo usan como alimento, lo digieren, lo transforman. No necesitan electricidad ni combustibles fósiles. Solo necesitan tiempo, paciencia y suelo fértil.

La UNAD, a través de sus procesos de investigación abierta y aplicada, está demostrando que Colombia también tiene el conocimiento, el talento y el compromiso para ofrecer soluciones concretas a problemas globales. Y lo está haciendo desde lo más pequeño, lo más simple y, a la vez, lo más poderoso.

¿Qué podemos aprender (y aplicar) de esto?

  • Que el plástico no tiene por qué ser el fin del ciclo. Puede ser el inicio de un nuevo ecosistema microbiano.
  • Que el conocimiento científico de base ambiental es clave para transformar residuos en recursos.
  • Que la biotecnología sin biotecnología industrial es posible. El suelo, la luz y el hongo lo hacen todo.
  • Que desde la educación abierta, pública y con sentido social, se puede generar ciencia útil, viable y transformadora.

¡El futuro es microscópico, pero la acción debe ser gigantesca!

Hoy, sabemos que existen seres capaces de lo que antes parecía imposible: hacer desaparecer el plástico sin quemarlo, sin enterrarlo, sin contaminar más, y lo hacen porque no saben que no se puede. Porque lo suyo es vivir… y al vivir, biodegradar.

Apoyemos esta ciencia. Difundámosla. Exijamos políticas que reconozcan estas alternativas. Y, sobre todo, aprendamos a mirar hacia abajo: al suelo, al hongo, al basurero… que también es cuna de soluciones.

Te invitamos a sumergirte directamente en estas dos investigaciones publicadas por la UNAD, donde la ciencia se transforma en acción ambiental real:

Lee el artículo publicado en la Revista RIAA del sello editorial UNAD, donde descubrirás cómo el uso de radiación ultravioleta y hongos del género Aspergillus logró degradar poliestireno expandido de forma controlada y eficiente.

Disponible aquí 👉 Artículo RIAA

Explora también el trabajo académico disponible en el repositorio institucional de la UNAD, donde se aislaron microorganismos biodegradadores desde rellenos sanitarios y se aplicaron a polietileno de baja densidad con resultados sorprendentes.

Disponible aquí 👉 Repositorio UNAD

Porque la transformación ambiental no comienza con discursos… comienza con conocimiento. Y en la UNAD, ya lo estamos construyendo.